PEQUEÑOS CUENTOS
MISÓGINOS,
DE PATRICIA HIGHSMITH
Bailaban maravillosamente juntos, evolucionando de un lado a otro de la pista a los eróticos ritmos del tango, a veces del vals. Este es el comienzo de uno de los Pequeños cuentos misóginos de Patricia Highsmith (1921-1995), La bailarina. La autora comienza todos sus relatos describiendo la idealizada relación entre una pareja heterosexual. En este caso la pareja baila con profesionalidad e, intuimos, también, con complicidad. La protagonista del relato es una mujer y, como descubrimos al final, también Clauddette es el motivo de la violencia pasional que comete Rodolphe hacia su novia, provocado por los celos.
En otro de sus relatos, La coqueta, esta es Yvonne, quien gusta del trato cercano entre
ella y aquel hombre por quien siente atracción. Ella actúa libremente cuando se
acerca a un hombre, tanto como cuando decide distanciarse de él al no encontrar
lo que necesita. Sin embargo, no todos saben aceptar las negativas y (en el
relato) hay quien lo achaca al exceso de feminidad porque “no están
acostumbrados a la verdad y esperan falsedades de una mujer bonita”. El
personaje masculino decide anular así, para siempre, a la persona origen de esta frustración.
Como observamos, sus relatos siempre parten de entornos
domésticos afables que se van transformando en entornos claustrofóbicos e
irracionales, como en La enferma, en
el que Philippe sufre durante once años la fingida enfermedad de su abnegada
esposa, quien tenía el objetivo de “así pescar a su hombre para siempre”.
La base de estos cuentos misóginos la encontramos en la
ya caduca visión de la mujer como un ser celoso, manipulador y retorcido, capaz
de cualquier cosa por conseguir su fin. Esto amén de la transmisión de la imagen de la mujer como
ñoña, sensiblona, dulce, cotorra, estrecha, obsesionada con la belleza…, todas
estas imágenes negativas de la mujer.
Patricia Highsmith, como buena conocedora de su propio
sexo, saca a la palestra la diversidad de tipos femeninos, pues no dudamos de
que hayan existido y existan hoy mujeres así, pero ni más ni menos que como ejemplo
de la diversidad de tipos psicológicos, como la hay también entre los hombres.
El atrevimiento de la Highsmith es
irónico, pues ella, mujer y feminista, escribe una colección de relatos a los
que describe como misóginos en un intento de llamar la atención. ¿Acaso alguien
que no conociera la trayectoria de la escritora americana no quedaría impactado/-a
al intuir (erróneamente) una nula empatía femenina? Cada relato deja un regusto
de rabia en el intelecto del lector que anima a seguir leyendo. Es entonces cuando
entendemos que la autora de estos cuentos quiso quizá también llamar la
atención de cuantas vivieron así, enclaustradas en el diseño artificial de un
perfil y una vida. Ella pone palabras al grito sordo de quienes ya no pueden
defenderse, pero pone palabras de aliento también para quienes aún están en disposición de elegir el diseño
de su propia vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario