La Navidad se vive... o se sobrevive; según... Esperamos desde Bibliojuande que la disfrutéis o que al menos os sea leve. No os dejéis amargar las fiestas por la sobredosis de pavo, arbolitos iluminados con más o menos estilo, papás noeles rampantes, regalos que jamás pudisteis imaginar, anuncios de dudoso gusto, villancicos machacantes y encuentros o desencuentros poco afortunados. De todo se sale con humor.
Y si no se os ocurre cómo salir de esta, echad un vistazo a la sabia mirada de Forges pinchando aquí.
25 de diciembre de 2014
21 de diciembre de 2014
Lurdes Jareño: in memoriam.
Aún conmocionados por la pérdida de nuestra
compañera Victoria hace solo seis meses, el destino vuelve a darnos
un golpe terrible: Lurdes –así lo escribía ella- nos ha dejado también para
siempre. Parece como si la vida quisiera mostrarnos con despiadada contundencia que es simplemente una exhalación; eso significa precisamente animus, un soplo vital que en cualquier momento puede
extinguirse. La muerte no entiende de calendarios ni de “fechas entrañables”;
se presenta sin llamar y destruye y asola lo que encuentra a su paso.
Lurdes era especial; todos lo sabemos. Aun sin conocerla demasiado,
podíamos adivinar en ella unas infinitas ganas de vivir en un medio que a
menudo ella consideraba hostil. Era trasgresora, idealista, soñadora y
romántica. Sentía un cariño especial por sus alumnos, especialmente por los más
pequeños y ellos, a su manera, también la querían. Siempre recordaremos de Lurdes su originalidad,
su aspecto de profesora inglesa, más que
de profesora de inglés, sus insólitas y divertidas
intervenciones en los claustros, su tremenda humanidad. Ha estado al lado
siempre de los que más han sufrido en este desdichado 2014 y los ha arropado
con su ternura y su cariño.
La muerte de otra compañera de forma tan rápida y
fulminante, víctima también de una terrible enfermedad nos deja sin resuello.
Estamos tan sobrecogidos que no somos capaces de asimilar tan súbita pérdida. Llevábamos tiempo sin verla; parece que su ánimo no estaba bien, como si
presintiera que algo grave iba a
ocurrirle; pero a nadie, ni siquiera a
ella misma, se le pasaba por la
mente este fatal desenlace. En dos semanas se nos ha ido. No quiso que
nadie supiera lo que estaba sufriendo; no quería extender su dolor a los demás.
No permitió que nadie, salvo sus más íntimos, la viera cómo se iba apagando.
Quiso que la recordáramos feliz, sonriente, llena de vida y llena de amor; ese amor que ella derrochó y
que no siempre encontró asilo. Y así la vamos a recordar.
Hasta siempre, querida Lurdes.
Hipólito, en nombre todos sus compañeros.
17 de diciembre de 2014
II Concurso de microrrelatos: entrega de premios
Entrega de premios del II concurso de microrrelatos on PhotoPeach
14 de diciembre de 2014
11 de diciembre de 2014
Perlas cultivadas
Inevitablemente se acercan unos días en los que la gente hace de tripas corazón y se dedica a prodigar felicitaciones y buenos deseos. Al fin y al cabo, nos salen gratis. No hay que dudar de que los buenos sentimientos afloren de manera espontánea y sincera en nuestros corazones, henchidos del llamado "espíritu navideño" que todo lo invade como un tsunami al que cuesta trabajo resistirse. Sin embargo, tanta cordialidad llega a resultar un poco empalagosa y, al final de las fiestas, entre polvorones y parabienes, lo más probable es que nos dé un coma de azúcar.
Para evitar esto, vamos a ponerle un poco de pimienta al ambiente y os animo a registrar aquí, en forma de comentario, esas frases peculiares y características de los profesores, esas "perlas cultivadas" que retratan el carácter de los que día a día se ven en la obligación de hablar aunque nadie -o casi nadie- los escuche.
Ni que decir tiene que la intención de esta entrada es hacer una recopilación de frases ingeniosas y divertidas, propias de la personalidad de tal o cual profesor, no de aquellos exabruptos que, desgraciadamente, nos salen cuando nuestra paciencia ha llegado al límite. En el comentario pondremos la frase entre comillas y al lado el nombre del profesor.
Espero que todos nos tomemos esta entrada con sentido del humor, que, en definitiva, se presupone también en el espíritu navideño.
5 de diciembre de 2014
Monólogo interior
Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede
pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas
preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer
con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que
conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del
placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber.
Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar
aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto,
mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo
que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo
más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar,
tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy
bien así, no tengo nada que desear.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
(Fragmento de un monólogo interior de Tiempo de silencio, de Martín-Santos)
Puedes compartir aquí tus monólogos interiores. Sin ataduras ni condiciones.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
(Fragmento de un monólogo interior de Tiempo de silencio, de Martín-Santos)
Puedes compartir aquí tus monólogos interiores. Sin ataduras ni condiciones.
1 de diciembre de 2014
¿Qué necesidad tiene usted de leer a los clásicos?
En una interesante crónica en el diario El País, Juan Cruz comenta la iniciativa del Ministerio de Cultura mexicano de presentar una colección, que ha sido elaborada (como es habitual en
la edición de clásicos) con títulos que están fuera de derechos, de modo
que no compiten con las editoriales comerciales de libros.
Ahí habrá escritores hispanoamericanos y extranjeros, desde Julio Verne o Robert Louis Stevenson al argentino Esteban Echeverría. "Los clásicos, dice, son en efecto imprescindibles; pero nos los
enseñaron en las escuelas (en España, por ejemplo) como si fueran
aceite de ricino o la consecuencia de esa fórmula ya conocida: la letra
con sangre entra." Asimismo, defiende la "utilidad" de leerlos: "La colección de clásicos viene a responder a la pregunta: ¿por qué
demonios leer a los clásicos? Pues porque si no los lees tú te los
pierdes, y si te los pierdes sabes menos que quienes se los han leído.
¿Y para qué saber? Bueno, el interrogante es tan infinito como la propia
ignorancia de la que parten esas dichosas preguntas. Sobre la mesa, cantos de vida y esperanza, de Rubén Darío, las Fábulas de Samaniego, La Regenta de Clarín, Lo que no se debe decir, de Larra… Yo empezaría por Darío, ¿y usted? ¿o usted es de los que piensan para qué demonios hay que leer a los clásicos?". Leer crónica completa
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