"Érase una vez un hombre bueno, solitario, triste y soñador: creía en el
honor y la valentía, e inventaba la vida. San Juan dijo: «el que no ama
está muerto» y yo me atrevo a decir: «el que no inventa, no vive». Y
llega a mi memoria algo que me contó hace años Isabel Blancafort, hija
del compositor catalán Jordi Blancafort. Una de ellas, cuando eran
niñas, le confesó a su hermanita: «La música de papá, no te la creas: se
la inventa». Con alivio, he comprobado que toda la música del mundo, la
audible y la interna —esa que llevamos dentro, como un secreto— nos la
inventamos. Igual que aquel soñador convertía en gigantes las aspas de
un molino, igual que convertía en la delicada Dulcinea a una cerril
Aldonza. Inventó sensibilidad, inteligencia y acaso bondad —el don más
raro de este mundo— en una criatura carente de todos esos atributos."
"Y me permito hacerles un ruego: si en algún momento tropiezan con una
historia, o con alguna de las criaturas que trasmiten mis libros, por
favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado."
(Fragmentos del discurso de Ana María Matute al recibir el premio Cervantes en 2011)