Cuando lees un buen libro y a continuación, por casualidad, conoces al autor, son pocas las veces que el segundo no acaba defraudándote; y eso es porque cualquier libro tiene más carácter y más verdad que el más sublime de los autores. Solemos pensar que un libro es del que lo escribe, y no es del todo cierto. Un libro también pertenece a un lugar y a un tiempo que quizás el mismo autor desconozca, también es del que lo diseña, del que lo imprime, del que lo vende, del que lo presta y, sobre todo, un libro es del que lo lee. Hay libros que no son de nadie, y más ahora cuando se editan tantos, porque nadie lo has leído, regalos de empresa que se olvidan antes de abrir sus tapas. Igualmente una imprenta o una librería son mucho más que una taller o una tienda: no en balde impresores y libreros llegan a ser los más sabios de los hombres.
En la librería, por ejemplo, es necesario preguntar y charlar con quien nos atiende, dar nuestra opinión a otro cliente, decirle a la librera “Este no me ha gustado” y que la librera piense “Pues qué mal gusto tienes, hijo”, pero que te diga “Pues llévate este otro”, y que entonces aparezca un amigo y te diga, “Ni se te ocurra, ese no. Antes, lee este”. Una librería es el mejor mercado de ideas que conozco.
Por otro lado, si leemos bien, -y eso ya es otro asunto-, el libro romperá algunos hilos de la marioneta que somos, y nos obligará a dar pasos por nuestra cuenta, porque si ha habido algo revolucionario en el mundo, antes que las armas, la guillotina o las leyes, son las ideas que los libros llevaban.
Por eso lo más urgente ahora no es que los niños salgan a la calle, -digo lo que pienso-, es que abran las librerías para que podamos salir todos a la calle y hacer la revolución que tanto necesitamos.
Nunca he viajado mejor que cuando no tenía dinero y leía. Ahora que tengo más dinero los viajes me parecen una pérdida de tiempo. Y como estoy encerrado aunque, gracias a los libros, no me siento prisionero, me voy a permitir un grito pueril: “¡Menos Rabindranath Taagore, menos vídeos, menos frases ñoñas en los FB y en los TW y más ideas, coño!” ¡Palabras, Palabras, Palabras!
Germán Jiménez Jiménez, insigne dramaturgo
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