Eva mordió la manzana. Y a pesar de la ira de Dios, la mordió una y mil veces. Eligió el árbol del conocimiento y rechazó el de la felicidad ciega. No solo la mordió ella, sino que enseñó a caer en la misma tentación a los muchos jóvenes que han pasado por sus clases. Se tiró de cabeza en el paraíso denostado de las Humanidades y supo aunar mundos tan aparentemente dispares como el Arte y la Política… Consiguió hacer vibrar en las aulas y en ciudades de ensueño, el placer escondido de las obras de arte. Y ayudó a cientos de chicos y chicas a hacer algo tan peligroso como pensar, pensar libre y críticamente. Inoculó el veneno del gusto por la Historia, con mayúsculas, la que nos hace personas porque somos la memoria de los que nos preceden.
Eva, curiosa como la también mal juzgada Pandora, decidió serlo en todos los sentidos. Y ha viajado convirtiendo cada ruta en una aventura. Ha viajado y ha enseñado a viajar. Su curiosidad le ha hecho nadar en las almas de sus amigos y amigas hasta conocerlos más que a ellos mismos, con un amor y una lealtad envidiables. Con ese mismo cariño ha embelesado a sus alumnos con su saber y con su icónica sonrisa.
Eva, mujer con arrojo, inteligencia y sabiduría, inconformista, rebelde con causa, honrada y coherente con sus propias incoherencias… Todo eso late en su corazón tierno de niña. Demasiado para un mundo tan mediocre y a la vez tan apabullante.
Eva ha sabido moverse en el universo convulso de la educación con una profesionalidad y una integridad difícilmente superables. Porque ella pertenece a una generación del Juande que es la responsable de que nuestro centro se convirtiera en un ejemplo de lo que debe ser la enseñanza pública: consenso, diálogo, aprendizaje y escucha, sordera frente a una administración estúpida, vocación, compañerismo, conocimiento.
Eva ha terminado su carrera laboral en uno de los momentos más difíciles de la Humanidad, en medio de una pandemia donde el virus del COVID se ha aliado con los de la ignorancia y la estulticia para amargar más aún la difícil vida de los docentes. Y aun así, no se ha rendido. Se ha entregado hasta el último día. Sin dejar su sonrisa.
Es muy difícil ir viendo, año tras año, cómo las personas grandes que construyeron y mantuvieron el proyecto del IES Juan de Mairena se han ido retirando al feliz exilio de la jubilación. Es duro sentir que tenemos que continuar sin esas personas.
Eva, tú eres una de ellas. Necesitamos fuerza y mucha vocación para mantener el célebre espíritu del Juande que tú has encarnado hasta el final, una fórmula mágica hecha con ingredientes que no son sencillos: la generosidad, el conocimiento, el respeto a la diversidad, la libertad y la convivencia. Este centro te debe mucho. Estas palabras torponas pretenden ser uno de esos abrazos prohibidos en estos tiempos y una muestra sobradamente merecida de agradecimiento.
(Gracias, Eva. Te debo muchas cosas pero especialmente el
cariño con que me acogiste cuando la quinta del 59 me abandonó vilmente. Y
tu apoyo constante en uno de los períodos más difíciles de mi vida, cuando
estuve a punto de “caminar hacia la luz” y enterarme -quién sabe- de qué
interés tenía realmente Dios en que no mordieras la manzana…)