Los maestros no tienen patria. No importa que seas de allí y te escriba desde aquí. Has educado a cientos, a miles de alumnos y alumnas y les has enseñado mucho más que Historia. Les has enseñado a amar la Historia, a conocerla, a pensarla y a recrearla. Has conseguido que muchos, muchísimos abran los ojos por primera vez y vean. Que muchos, demasiados tal vez, no se conformen. Has sembrado la duda, la curiosidad, la pasión, la incertidumbre. Has logrado que muchos jóvenes digan no. Y que otros muchos digan sí. Los maestros no tienen patria porque su deber es formar ciudadanos y no patriotas. Como has hecho tú. Has ayudado a que muchos niños y niñas se conviertan en personas.
Si hay alguien a quien una persona no olvida jamás es a su maestro. O a su maestra. Si hay alguien a quien una madre no deja jamás de rendir admiración es al maestro de sus hijos. Tú has sido el maestro de mi hijo. Gracias.
Te conocí con cara de niño y te vas, algunos años después, con la misma cara de niño. Porque no has perdido la ilusión y las ganas. Porque has luchado siempre. Porque vas a seguir haciéndolo. Aunque quieras, no puedes envejecer. Tienes el alma grande y caben en ella demasiadas cosas aún. No dejes que nada la corroa. Cuida la libertad que te mereces. Disfruta de todo el amor que has dado.
Espero que dentro de no mucho volvamos a recorrer juntos la ciudad de Rinconete. Y a vivir las andanzas de don Quijote. Quiero ponerme una túnica o mi traje de Gilda muerta y volver a compartir contigo unas tablas y unas risas. Lo que hemos vivido juntos forma parte de los dos. Estoy a tu lado. Siempre.
"... Sé tan feliz como si yo estuviera a tu lado
(No estés demasiado seguro de que no esté contigo)"
(W. Whitman)