Figuras borradas de la
historia, inteligentes y valientes, hicieron aportaciones relevantes a la
ciencia y se enfrentaron al sistema. A veces sus méritos se los llevaron otros.
Otras fueron apoyadas por sus padres, representando ellos así a la figura
masculina que cree en la capacidad femenina y la alienta a rebelarse contra las
normas.
La autora, Adela Muñoz Páez
las desentierra, sacándolas de la oscuridad para que nos lleguen brillando como
estrellas en todo su esplendor, haciendo así un ejercicio de justicia
histórica.
Como Agnodice, que se cortó
el pelo disfrazándose de hombre para poder estudiar medicina y ejercer de
partera, pues esta práctica estaba prohibida a las mujeres. Enheduana, suma
sacerdotisa del templo, primera mujer astrónoma y poetisa; podemos considerarla
la primera persona escritora de la historia. La hermosa Hipatia de Alejandría, gran
matemática, filósofa y astrónoma, cultivaba ya el heliocentrismo y sus oyentes
venían de muy lejos a escucharla.
Aspasia de Mileto, notable filósofa, maestra de oradores e inspiradora
de un movimiento social reivindicativo entre las mujeres atenienses. Herrad de
Landsberg, abadesa, que describió algunos climas de la Tierra, medica y relevante
pintora. Hildegarda de Bingen, que recopila conocimientos de botánica zoología
y mineralogía aportando conocimientos propios, a ella debemos la incorporación
del lúpulo a la cerveza, hoy ingrediente imprescindible, es también la primera
persona que describe el orgasmo femenino comparándolo con el masculino,
haciendo mención expresa del placer sexual del hombre y de la mujer. Olivia
Sabuco que afirma que el origen de las emociones y del pensamiento estaba en el
cerebro y no en el corazón o en los testículos, haciendo una primera descripción
de la depresión, su obra es el primer tratado de medicina psicosomática. Maria
Sibylla Merian, la pintora que criaba y estudiaba las orugas. Émilie de
Breteuil, traductora al francés de los “Principia mathematica” de Newton y
borrada de todos los anales de la ciencia porque los historiadores consideraron
que era imposible que una mujer hubiera realizado la proeza de crear la versión
francesa de la obra de Newton. Marie Paulze-Lavoisier, química, editora,
ilustradora y traductora, si su esposo Antoine Lavoisier es considerado el
padre de la química, ella ha de ser la madre de esta ciencia y gracias a su
excelente dominio del inglés, permitió que en la visita de Priestley a París, le diese la información necesaria para
realizar el importante experimento que llevó a Antoine Lavoisier a la
identificación del oxígeno. Recordar el triste caso de Maria Winkelmann que siendo
una astrónoma de reconocido prestigio, fue expulsada por los miembros de la
academia de ciencias de Alemania, del observatorio que ella misma había montado
con su esposo, pues estos consideraron que podía crear un “precedente
pernicioso” pues una mujer perjudicaría su reputación. Caroline Herschel, , la astrónoma
que descubrió un cometa y que fabricaba telescopios. Marie Curie, ganadora de
dos premios Nobel. Las cristalógrafas Katheleen Lonsdale o Rosalind Franklin, a
la que sus ambiciosos compañeros robaron su famosa “foto 51” sin la cual nunca
se hubiese demostrado la estructura del ADN, para llevarse posteriormente ellos
el mérito y el nobel, y Dorothy Crowfoot, que gracias a que desentrañó la
estructura de la penicilina, esta pudo ser fabricada a gran escala y salvar
muchas vidas. Y desde luego no olvidemos la “Edad de Plata de la ciencia
española en la Segunda República”, muchas mujeres científicas brillaron, como
Martina Casiano, Felisa Martín primera doctora en física, Jenara Vicenta catedrática
de física y química y activa investigadora que ya recomendaba la enseñanza y el
trabajo cooperativo con experimentación y Maria Teresa Salazar, andaluza y
brillante científica que no conseguía plaza en las oposiciones a las que se
presentaba por ser mujer. Y aunque la Guerra Civil truncó este avance,
olvidaron cerrar la puerta de la Universidad a las mujeres y hoy son legión las
españolas que dedican su vida a la ciencia.
Reseña elaboraba por María Isabel López Vergara, miembro del equipo de Lectura y Biblioteca
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