27 de noviembre de 2018

The last chain

Toda la semana amenazó lluvia. En las predicciones salían esas nubes tan tan grises que aseguran que van a caer rayos y truenos. El oráculo callaba. Y seguíamos preparando la cadena. A contracorriente. Y Marisa trabajaba incansable para que hubiera coro, con o sin lluvia. Yo deseaba más que nunca hacer la cadena. Era algo personal, confiteor. Mientras miraba unas veinte veces al día las predicciones, el oráculo callaba. Y el insigne rezaba jaculatorias laicas para que cayera lo más grande y no hubiera cadena (ay señor...) Modestia aparte se ofrecía para todo lo que hubiera que hacer aunque fuera soplar hacia arriba e impedir la lluvia. El oráculo callaba.
Un día me acerqué a Germán y le dije con mi inglés impecable de Oxford: "The last chain". Y él, con su impecable inglés de Cambridge, tradujo: "¿El último cambio?". Yo insistí (faltaría más...). Él desempolvó su inglés de Shakespeare... "¿El último reto?"...
No llovió. Se abrió el cielo como un regalo. Y salimos una vez más, muertos de nervios, ilusión y cuarto y mitad de miedo, a decir, mano con mano, que contra el machismo somos más. Y la cadena se cortó; y hubo algún que otro grito; y cosas que no salen como una quiere. Pero todas (y todos) sentimos que lo que hacíamos era algo grande y hermoso. Porque durante cuarenta minutos sentimos que es posible acabar con ese gigante que nos machaca.
No sé si será the last (one). Porque al fin y al cabo "che sarà, sarà..." Pero sé, estoy abosutamente segura, de que si hay una next (one) me sentiré igualmente radiante. Aunque me falte un cacho de mi alma de bruja.

2 comentarios:

  1. El tiempo no nos podía fallar para culminar ese trabajo sordo que hace posible que la cadena y el coro unieran nuestras almas para enfrentarnos a ese monstruo principesco".

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