Cada vez que tengo
que explicar el complemento directo de persona acudo a un ejemplo recurrente: quiero a Rosa (con preposición a) y no pocas veces los alumnos han contestado: “claro, es que Rosa es muy buena”. No sé si Rosa es buena o
no –no me gusta demasiado ese adjetivo para caracterizar a alguien- ; pero sí estoy seguro de que es una persona sin aristas. Es
amable, considerada, acogedora, servicial y noble. La he visto muchas veces
contrariada, pero no enfadada; preocupada, pero no irritada; dolida tal vez,
pero no atormentada. Rosa navega por ese torbellino de gritos y empujones que
se produce entre clase y clase con la resignación y la paciencia del santo Job;
varada junto a la puerta de cualquier
primero o segundo, abrazada a sus útiles como una colegiala, resiste
estoicamente los embates del tsunami estudiantil hasta que alguien viene a relevarla. Su etapa como orientadora
le confirió ese matriarcado in pectore que dejará huérfanos a muchos profesores
y alumnos. Rosa ha pasado de
capitán general a soldado raso sin ningún aspaviento ni complejo y ha cumplido religiosamente con sus
obligaciones hasta hoy, su último día de clase, como si fuera el primero. Ella se irá, pero tardará en borrarse esa estela de humanidad, de afecto y de cariño que ha dejado en nuestro
centro y que será muy difícil de igualar.
Un
beso.
Hipólito
Yo también quiero a Rosa
ResponderEliminarMoi aussi, j'aime Rose!
ResponderEliminarGRACIAS COMPAÑERO HIPÓLITO. Un abrazo muy fuerte.
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