Gustavo Adolfo Bécquer y el amor.
RIMA XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
Rima XVII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!
Rima XXI
¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
es bonito para dedicarselo a alguien especial
ResponderEliminarMientras haya unos ojos que reflejen
ResponderEliminarlos ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!
Murió al amanecer.
ResponderEliminarNoche de cuatro lunas
y un solo árbol,
con una sola sombra
y un solo pájaro.
Busco en mi carne las
huellas de tus labios.
El manantial besa al viento
sin tocarlo.
Llevo el No que me diste,
en la palma de la mano,
como un limón de cera
casi blanco.
Noche de cuatro lunas
y un solo árbol,
En la punta de una aguja,
está mi amor ¡girando!
Federico García Lorca
Ojos que nunca me veis,
ResponderEliminarpor recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!
Tu eres la razón por la que me levanto cada día.
ResponderEliminarEres el ángel que me ilumina en los días oscuros.
Tu eres la persona que me alegra en lo días tristes.
Eres el rayo de esperanza que me ayuda a pasar el día a día.
Tu eres un ángel caído del cielo que ilumina mi alma perdida.
Que bonito es el amor cuando se está enamorado,
ResponderEliminarque bonito es llorar cuando tienes lágrimas,
que bonito es reír cuando sonríes,
que bonito es el mundo cuando es mundo.
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ResponderEliminarNO ME DEJES
ResponderEliminarNo estés lejos de mí un solo día, porque cómo,
Porque, no sé decirlo, es largo el día,
Y te estaré esperando como en las estaciones
Cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
En esa hora se juntan las gotas de desvelo
Y tal vez todo el humo que anda buscando casa
Venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
Ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
No te vayas por un minuto bienamada,
Porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
Que yo cruzaré toda la tierra preguntando
Si volverás o si me dejarás muriendo.
Miguel de Valentín, No me dejes.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
ResponderEliminarsaben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.
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ResponderEliminarAMOR DE MIS ENTRAÑAS.
ResponderEliminarAmor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
Federico García Lorca
Catharina Röd Codeço
Te contaré deseos en tus labios,
ResponderEliminarel placer será mi arma para soñar,
recorreré tu alma
y secuestraré tu amor.
No habrá rescate:
sólo la pasión.
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ResponderEliminarGacela de la terrible presencia.
ResponderEliminarYo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.
Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin la flor del oro.
Que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra.
Que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.
Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.
Resisto un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.
Pero no me enseñes tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.
Déjame en un ansia de oscuros planetas,
¡pero no me enseñes tu cintura fresca!
Federico García Lorca.
El viento me ha traído
ResponderEliminartu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña…
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!