31 de marzo de 2020

Desde mi ventana

En la película La ventana indiscreta del célebre Alfred Joseph Hitchcock , el aventurero fotógrafo profesional LB "Jeff" mientras se recupera de una pierna rota, está confinado en una silla de ruedas en su departamento de Greenwich Village. Su ventana trasera da a un patio y a varios otros apartamentos. Durante una ola de calor, mira a sus vecinos, que mantienen sus ventanas abiertas para mantenerse frescos.Una noche, durante una tormenta eléctrica, Jeff escucha a una mujer gritar "¡No!" y luego el sonido de cristales rotos. Y... os recomiendo ver la película.
La mayoría de nosotros y nosotras no tenemos la pierna rota. Muchos no vivimos en casas que nos permitan ver lo que hacen nuestros vecinos. Otros y otras sí. Pero lo ciertos es que las ventanas, las terrazas y los patios se están convirtiendo en nuestros puertas al mundo. Miramos, aplaudimos, hacemos gimnasia, saludamos al de más allá, cotorreamos, respiramos, cantamos... y de todo.
Os propongo, de nuevo, que escribáis una historia. O lo que sea. Asómate a la ventana y cuéntanos lo que ves. O mucho más interesante: lo que imaginas. De nuevo todos los géneros están permitidos: terror, ciencia ficción, poesía, drama, comedia... No hay límites ni restricciones. Solo uno y el de siempre: escribe y disfruta.
Los profes del Juande estamos muy orgullosos de vosotros y vosotras. Lo decimos constantemente. Sois quienes nos dais fuerza. Y este blog se ha convertido en uno de esos rinconcitos donde algunas nos acunamos en momentos más tontos. Lo abro, leo un comentario, sonrío y recupero la calma y la esperanza. Así que os pido que me ayudéis a llenar este rincón de preciados tesoros, que es lo que son vuestros comentarios. 
Muchos besos (que desde aquí no contagian más que cariño) y mucho ánimo.

19 comentarios:

  1. Bueno, esta historia está basada en hechos reales...
    Era una niña cuyo nombre no recuerdo, se pasaba los días maquinando cosas qué hacer mientras cumplía un confinamiento sin fecha límite, a la que le decían que en 15 días saldría pero eso ella no lo creía.
    Pues bien, quiso coger la silla de su escritorio y ponerla frente a su ventana, para observar la adorada calle, a la que ella salía a dar sus largos paseos solitarios y pensativos con los auriculares a todo volumen donde escuchaba sus canciones favoritas (cosa que hacía que ella fuera súper motivada como si la calle fuera suya y solo suya).
    Se sentó (también con música a todo volumen pero en un altavoz) y simplemente observó...
    Entonces, lo vio, vio a cuatro subnormales vestidos como si fueran a robar a algún sitio; con gorras y gafas de sol todos se negro, y, como no, con perros.
    Eso, a la niña enjaulada le dio muchísimo coraje ya que le pareció un acto muy egoísta, por lo que silbó para asustarles y estos se fueron corriendo.
    A la niña no le gustaban las injusticias y estaba maquinando algo mucho mejor para el/la siguiente persona subnormal... ¿qué será...?

    Paola Rivera Torés 4ºB

    ResponderEliminar
  2. Aparentemente, desde mi ventana solo se pueden ver casas y más casas una detrás de otra, pájaritos sobrevolando el cielo, alguna que otra nube y, ultimamente, muchísima lluvia. Me dan envidia esas aves que pueden volar libremente a donde quieran sin ningún peligro ni restricción.
    A veces veo a mis vecinos, mejor dicho, les oigo. Me relaja escuchar "Estrellita dónde estás" a piano a las diez de la mañana y me divierte ver como los niños de la casa de al lado se pelean decidiendo a que van a jugar ese día.
    Cuando salgo al patio, me gusta tumbarme en el suelo e imaginar que me encuentro en cualquier otro lugar; en la playa, en una cascada o en una montaña rodeada de árboles y flores.
    Me anima pensar que, cuando todo esto acabe, abrazaré tan fuerte a mis amigos y familiares que nos olvidaremos de todo el tiempo que hemos estado sin hacerlo. No se porque, pero tengo la impresión de que ese será el mejor día de mi vida.

    Lucía Martín Oliva 4ºB

    ResponderEliminar
  3. Desde mi ventana solo veo una urbanización aburrida llena de vecinos molestos y de perros, la mitad de ellos terminarán abandonados porque nadie los necesitará, así es la humanidad.
    Es aburrida hasta las 8 de la tarde, hora en la cual las personas empiezan ha aplaudir y ponen una canción llamada "RESISTIRÉ" en ese momento aparece un buen rollo en esta urbanización que hace que este enjaulamiento sea mas ameno.

    FRANCISCO MESTRE 4ºB.

    ResponderEliminar
  4. DESDE UN ALFÉIZAR

    sosiego y somnolencia con sabor a letargo.
    ciego y resplandeciente
    por el fulgor del sol un rato largo

    Ensordecido por el deleitoso canto y aleteo de picos y alas.

    Tarde, despierto cuando el ruido y el bochorno han cesado
    Cuando el cielo ya está débil, y el sol furtivo y agotado.

    JOHNNY SALAZAR 4B

    ResponderEliminar
  5. EL BREVE ESPACIO ENTRE EL BALCÓN Y LA MUERTE.

    La noche ya está cerrada.
    Las aves ya no cantan y el viento ya no baila.

    Me dispongo a salir a mi balcón para presenciar el cielo teñido de negro manchado por el espectáculo de fantasmas brillantes y grandes satelites de hielo y roca.

    Breve fue el momento, hasta sentir la presencia ajena de otro individuo que me acompañaba a estar solo.

    Eché un vistazo, era un Adonis.
    Su semblante estaba iluminado a la luz de la luna y sus ojos repletos de lágrimas.

    Su mirada se sintonizó con la mía.
    Radiaba melancolía y en mi interior sonaba la misma melodía.
    Desde un extremo a otro. Paso a paso, cada vez más cerca uno del otro.

    Tendimos nuestros brazos quedando separados por una distancia ínfima propia de un toque de dedos.
    Una y otra y otra vez.
    Nuestro último intento por porlongar el vínculo, con medio cuerpo sobresaliendo del balcón, se aferró a mi mano.
    La gravedad cedió y ambos caímos con peso muerto.

    Súbitamente tinieblas.
    Me encuentro caminando por un pasillo, a mi derecha siento la viveza de su mano y a mi izquierda la frígida mano de la muerte, quien me guiaba al final.

    JOHNNY SALAZAR 4°B

    ResponderEliminar
  6. Desde mi ventana:
    Con frecuencia me siento frente a mi ventana, desde aquí arriba se ve todo tan pequeño, que me gusta imaginar que las diminutas personas que van de un lado para otro son hormigas que pertenecen a un mismo hormiguero, y que trabajan para conseguir el bien común. Aunque la realidad es, que todas esas hormigas se limitan a mirar hacia delante, tan absortas en sus quehaceres y obligaciones, que apenas se toman un segundo para detenerse, observar, y sentir; sentir el momento, sentir al resto de hormigas y sentirse a uno mismo. Me preguntaba en que momento me había convertido en una de ellas, en que momento había empezado a hacer las cosas a medias y a no disfrutarlas completamente; cuando me senté en el escritorio frente a la ventana.
    Era muy tarde, y estaba todo oscuro, la única iluminación provenía de las farolas de la avenida, ahora desierta. Era la primera vez que veía ese escenario fantasma, sin ni siquiera un alma vagando por las calles. Y entonces, me di cuenta. Había observado infinidad de veces esas calles, siempre que miraba hacia delante, encontraba a alguien rondando por allí, pero esta vez no, esta vez no había a nadie a quien observar, ni nada con lo que distraerme. Y así sin más, se me ocurrió, mirar hacia arriba. Me quede atónita, no podía creer lo que estaban contemplando mis ojos, era la primera vez que veía algo tan inmenso como hermoso. Era el cielo, repleto de estrellas, tantas que sería imposible contarlas. Se sentía tan infinito y tan cercano a la vez, como si fuera capaz de alargar el brazo y rozar las estrellas con la punta de mis dedos. No sabría decir cuánto tiempo pasé ahí sentada con la boca abierta, pero sí que puedo asegurar que esa noche pasó algo mágico.
    Justo cuando estaba extendiendo mis dedos, divisé de repente, la osa menor, o al menos eso pensé al principio. Mis conocimientos sobre constelaciones eran más bien escasos, pero estaba segura al 100% de que justo allí arriba había un oso. Parecía flotar en el aire como si nada, y se iba haciendo cada vez más y más grande, no fui consciente de que su tamaño aumentaba debido a que se aproximaba hacia a mí, hasta que el oso blanco hecho de polvo de estrellas se encontraba a escasos centímetros míos, clavando su brillante mirada en mí. Después de que mi cerebro procesase eso, llegando a la conclusión de que me había vuelto completamente loca, extendí la mano de nuevo, y esta vez mis dedos rozaron el suave pelaje del oso. Él se dejó acariciar, y yo le pasé las manos tiernamente por la cabeza y el cuello. Entonces el oso se giró un poco, de manera que su lomo quedó frente a mí, parecía casi como si quisiera que me montase sobre él. Lo cierto es que me sentía un poco insegura, pero al mirar a los ojos del oso de nuevo, desaparecieron todas las dudas. Nunca habría imaginado, que un día saltaría por mi ventana, y mucho menos que saltaría para subir a lomos de un oso blanco flotante de las estrellas. Enzarcé mis manos en su pelaje para sujetarme, procurando no hacerle daño, y alzamos el vuelo hacia la inmensidad del cielo que se abría ante nosotros.
    Cuando desperté aún era de noche, me encontraba sentada en el escritorio frente a la ventana, con la cabeza apoyada sobre la mesa, y un chorrillo de saliva recorriendo mi barbilla. Me incorporé rápidamente y miré hacia arriba por la ventana, temiendo que todo hubiese desaparecido. Cuando mis ojos se encontraron con el hermoso cielo estrellado de nuevo, solté el aire que había estado conteniendo sin querer y respiré. Respiré por primera vez en mucho tiempo, y en ese momento me sentí feliz, porque sabía que ese cielo aparecería para mi cada noche, solo tenía que ser capaz de alzar la vista para verlo.
    Estrella Rivero 4ºA.

    ResponderEliminar
  7. Desde mi ventana.

    Me levanto por la mañana y pienso que tengo que hacer la rutina de siempre, pero aún así siempre intento en hacer algo nuevo. Llega un momento del día, esa hora especial que son las 20:00 de la tarde, la cual me hace sentir que no estoy sola. Subo a mi terraza y veo todas esas personas aplaudiendo y poniendo música. Incluso, se hacen selfies desde la distancia con sus vecinos de enfrente, pintan paredes...etc. Es cuando de repente miro hacia al infinito y piendo en todas aquellas personas que veía todos los días antes de que pasara esto, piendo en como estarán y en que pronto nos volveremos a encontrar. De repente, fuera de la canciones que suelen poner en el vecindario, empieza canciones en mi cabeza imaginándome como quiero que sea mi verano.
    Has leido bien, mi verano. Y es que sueño con irme a la playa y ver un atardecer con mis amigos y música de fondo. Sentir que no hay nada que me preocupe y poder cantar hasta quedarme sin voz de todo el repertorio que habremos cantado. Correr por la arena y sentir la libertad, es algo por lo que estoy ansiosa.
    Las emociones a flor de piel.

    Alba del Carmen Molina Garrido 4ESOB

    ResponderEliminar
  8. Helena Fernández Flores 2º BACH E12 de abril de 2020, 21:38

    Desde mi ventana: Desde que me estoy construyendo, siempre me ha gustado más la noche que el día, y es por eso, que a las 12:00am, me quedo un rato contempando la noche... las estrellas, la luna, la ciudad iluminada... etc. Un día, cambié de mi ventana habitual, y me encontré con un chico que me llamó la atención... Este vive justo en frente mía, y bueno, lo demás dejo que lo descubráis... Espero que os conectéis con él a través de estos garabatos que le dedico...

    ResponderEliminar
  9. Helena Fernández Flores 2º BACH E12 de abril de 2020, 21:39

    Querido chico de enfrente, te escribo porque estabas sentado en el suelo de tu salón a pesar de que detrás de ti, haya un sofá en forma de “L”. Me gustaba ver lo que estabas leyendo, cuando todo el mundo estaba inmerso en los brazos de Morfeo. Estabas sumido en esas hojas y devorabas palabras a tiempo récord; te juro que nunca había visto a alguien leyendo a tal velocidad. A veces te ríes de golpe, y, posiblemente, si alguien presenciara esa situación, se extrañaría, pero estoy segura que tú no moverías la mirada, ya que no te entenderían, pues no te haría falta.
    Solo de vez en cuando, y mientras pasabas de página, mirabas rápidamente y con despiste, como quien despierta de un sueño de golpe, que no fueran las 8:00 am, y al confirmar, tus sospechas, te quedabas tranquilo y volvías tu vista al papel. Me gusta la gente que, sin querer, desprende esa magia. No hacías nada, y te prometo que solo mirarte, narraba mil historias, de repente, me transportabas a cualquier película francesa, y empezaba a sonar jazz en mi cabeza.
    Querido chico de enfrente, no sé nada de ti, y tú posiblemente jamás leas esto, pero no pierdas esas cosas que te hacen único. Sigue sentándote en el suelo y cambiando el día por la noche; Sigue vistiendo ropa ancha y calcetines disparejos; Sigue riéndote a carcajadas, aunque tu risa descoloque al resto. Si hoy en día la risa de un desconocido nos extraña, créeme, que no eres tú quien tiene el problema.
    En definitiva, sigue inmerso en tus historias que, sin querer, nos regalas otras, y, por último, espero que no te pasases la hora, y si fue así, sabes de sobra que el atardecer es igual de bonito, y con él, das inicio al espectáculo que me brindas durante toda la noche.
    PD: otro libro en mi estantería.

    ResponderEliminar
  10. Creía que si miraba desde mi ventana no iba a ver más cosas que coches, árboles y una aburrida fachada de un edificio. Hasta que por este confinamiento, paso la mayor parte del tiempo frente a ella, y como la que no quiere la cosa comienzo a cotillear lo que hace cada uno de mis vecinos, uno a uno, detenidamente.
    Me doy cuenta como toda una familia se divierte jugando al escondite o como el vecino del ático, justo el vive encima de mi piso, me martillea con “música celestial” de trompeta y tambor. En tercero de la esquina, unos abuelos cuidan de su nieta porque ambos padres están enfermos aislados en su habitación. Y el momento mejor para mirar por la ventana o salir al balcón, es minutos después de las ocho, después de los aplausos, cuando están todos los vecinos alegres, con esperanza de que esto se va a acabar.


    Minerva Quintero 4°A

    ResponderEliminar
  11. Desde mi ventana, veo la parte delantera de las casas de mis vecinos.
    Como la gran mayoría del tiempo estoy metida en mi cuarto, escucho como algunos vecinos están de obras, como algunos tocan la guitarra, incluso cuando se ponen a cantar.Oigo como los pájaros cantan, incluso como volaba por encima mio un avión, oigo ladridos lejanos de perros esperando a que les saquen de paseo. A veces pienso que todo esto no es real, que es uno de esos fines de semana en los que decido quedarme en casa para pasar tiempo con mis padres y hermana, o para ver un serie o una película. Pero después la realidad me cae como un jarro de agua fría, no puedo salir de mi casa y estoy a solas con mi padre, hablo todos los días por videollamada con mi madre, pero no es lo mismo, no puedo quedar con mis amigas, o ir todos los domingos a almorzar a casa de mis abuelos para ver a mis primos.
    Lo único que nos queda ahora, es mantenernos ocupados y pensar que tarde o temprano (preferiblemente temprano), esto acabará.


    Lia Pitlo 4B

    ResponderEliminar
  12. Veo muros, mas y mas muros, es como si estuviera en el mar pero no viera, solo siento, siento esa brisita al sacar la cabeza por la ventana, observo esos pajaritos felices revolotear por mi alrededor y oigo la música de mis vecinos a todo volumen para intentar matar el tiempo de alguna manera.
    Veo a una pequeñísima parte de la tripulación asomados desde sus camerinos, sabemos que no podemos bajarnos del barco hasta llegar a tierra, pero hay muchos que no lo entienden, se bajan del barco y se ahogan, o hacen que otros se ahogen…
    Cada dia observo las nubes , bonitas ¿verdad? , son todas y cada una de ellas diferentes al resto, eso me relaja y me hace mas feliz.
    Creo que necesito bajarme de este barco,o a menos que me dejen ver el mar,

    ResponderEliminar
  13. Cada vez que me asomo a la ventana veo a mi vecino cuidando de su bebé recién nacido dando de comer y jugando cpn el bajo la luz del Sol. Es una estampa muy bonita. Me imagino que cuando acabe el confinamiento, esta niña bebé podra salir a la calle juntos con sus padres para poder pasear ya que desde que nació no sabe lo que es salir más allá de su patio.

    ResponderEliminar
  14. Desde mi ventana siento que soy preso de la vida, detras de una reja llamada coronavirus donde veo la calle pero la cual no puedo disfrutar por culpa de una condena que no se cuanto durara...todos los dias a las 8 recibo la visita de unos heroes vestidos de negro y que en su espalda pone bomberos a los que todo el mundo le aplaude cuando pasan y desde mi ventana veo la vida y veo la rabia de no poder disfrutar de la vida
    Juan Jose Salado 4ª

    ResponderEliminar
  15. Siempre he sido un buen observador
    y veo
    Los caminantes en su ruta
    Los perros ladrando
    Los niños corriendo
    Los pájaros mudos
    El aire sucio
    Los animales en sus jaulas
    Y derrrepente todo fue al revés

    ResponderEliminar
  16. Cuando avanzo hacia mi ventana siento cómo me alejo de la agobiante realidad que se vive cada día en casa. Siempre haciendo lo mismo con la sensación aplastante de no poder salir día tras día. Pero allí, en mi ventana, puedo escapar un rato para ver qué hay más allá del gran muro que me separa del mundo exterior. Sólo puedo alcanzar a ver unos centímetros por encima, pero eso me basta. Puedo ver a mis vecinos en sus jardines haciendo miles de cosas distintas. El otro día juraría que uno estaba buscando topos. Cómo me gustaría saber que tal les va, ir por la tarde a pedirles harina o huevos para hacer tortitas, saltarme sus vallas para buscar las pelotas que se cuelan en sus jardines... Es entonces cuando me doy cuenta de que la vida sigue, de que todo lo que está pasando fuera va acabar algún día. Puede que pase un año o puede que se acabe mañana. Prefiero pensar lo segundo, aunque sólo Dios lo sabrá. Sea lo que sea, pase lo que pase, de lo único que estoy segura es de que volvermos a nuestras vidas cuando menos lo esperemos.

    Andrea Hernández 4°A

    ResponderEliminar
  17. María Arévalo 4ºB21 de abril de 2020, 16:02

    Desde mi ventana, puedo ver a mis vecinos, cada uno a su rollo, cada uno pensando lo mismo que yo, ¿qué día podremos salir a la calle y no tener que mirar por la ventana para respirar un poco de aire puro?. En estos tiempos tan difíciles para todos, la ventana es un punto donde me puedo sentir más libre y desconectar un poco de tanto agobio. Cuando me asomo, puedo apreciar como mi cabeza se despeja y cierro los ojos para dejarlo todo en blanco y simplemente no pensar.Creo que el día que todo vuelva a la normalidad y salga a la calle...cerraré los ojos y pensaré en todos esos ratitos en mi ventana que me hacían desconectar en pleno confinamiento.
    María Arévalo 4ºB

    ResponderEliminar
  18. Desde mi ventana a lo largo de mi vida he visto muchas cosas: personas que salen a andar, a mi madre llegando de trabajar, a jóvenes montando fiestas a altas horas de la noche en un coche, a mis vecinos volando drones, a caballos, burros y ponis correteando por allí, incluso rebaños de borregos. Y estos últimos días no estoy viendo a nadie, ni un alma humano. Y es que mi ventana da a un descampado en el que solo hay un parque cerrado como todos. Aunque sí veo muchos perros, que al parecer se están sacando a pasear ellos solos, supongo que sus dueños no se atreven a salir y confían en que volverán.
    Pero esta noche no podía dormir, me dieron la una, las dos, las tres y las cuatro. Escuché el ruido de un camión, me llamó tanto la atención que me asomé a la ventana. Se paró en mitad de la calle y abrió su puerta trasera, y de ella salían hombres vestidos completamente de negro con cascos y cara tapada e iban colocando, en sumo silencio, luces amarillas de par en par en el suelo. Parecía un camino de luces. Mientras tanto un chico que iba en pijama me hacía señas extrañas desde el camión. Noté su resignación al ver que no lo entendía. Mientras los hombres estaban distraídos con las luces, él bajó del camión y vino hacia a mí corriendo. Me asusté, pero pensé que la ventana me iba a proteger de lo que fuese que fuera a hacerme. Solo era un chico en pijama. Llegó hasta a mí y empezó a hablarme bajito pero como no me enteraba de nada al final decidí abrirla. Se coló dentro y me apagó la luz, y me dijo “no enciendas la luz, no dejes que te vean, o te cogerán como a mí, no son hombres de verdad.” Yo no daba crédito, no me atrevía a hablar y él cada dos por tres miraba hacia la ventana, intuí que estaba calculando el tiempo que tenía antes de que se dieran cuenta de que no estaba. Después me miró a mí, de pies a cabeza y dijo sin seguridad “yo a tí te conozco…” Parecía más asombrado y asustado que yo, pero seguía hablando deprisa.
    -Tengo miedo, no sé lo que me irán a hacer - Poco a poco, parecía como si me fuera recordando- “me alegro de que estés despierta, por favor no dejes que te vean”.
    Saliendo por la ventana dijo ”volveremos a vernos, te lo prometo”. No le había visto en mi vida, ni su cara me sonaba familiar, pero por alguna extraña razón mi única frase fue “¿Mario?”. Al instante vi una sonrisa de esperanza en su rostro. Los… esas cosas que iban de negro, vinieron enloquecidos a atraparlo, y yo asustada me escondí entre las sábanas. Era muy extraño, ¿cómo es que hacían tan poco ruido? Me atreví a asomarme de nuevo, el camino iba desde el camión hasta la puerta del parque. Se montaron, y a toda velocidad desaparecieron al atravesar la puerta. Me froté los ojos, pero sí, todo había desaparecido, el camión, las luces y … ¿Mario?

    Sara Valero Domínguez, 4ºA

    ResponderEliminar