11 de febrero de 2015

Un San Valentín transgresor...



El 14 de febrero se acerca… Preparémonos para soportar estoicamente los elevadísimos niveles de cursilería que se alcanzarán con motivo de la celebración del llamado “día de los enamorados”, fuente  inagotable de ingresos para los grandes almacenes. Ese día, además de la invasión de corazoncitos y otros objetos de color de rosa, la palabra “romántico” perderá su verdadero significado. Quienes la utilizan para definir formas edulcoradas de amar, seguramente no saben –o lo han olvidado- que el  romántico era un ser desencantado de la vida, que se refugiaba en edades y paraísos perdidos huyendo de una existencia que consideraba hostil,  que perseguía constantemente un ideal imposible y que esa frustración le conducía con frecuencia al suicidio. Ser romántico suponía ser inconformista y transgresor, no un papanatas que repite ripios y frasecitas sacadas de la red de redes.

Celebremos pues ese día como se merece: transgrediendo. Os invito a publicar aquí, como comentario, coplas (cuatro versos octosílabos con rima asonante en los pares) alusivas  a esta celebración pero con el sentido verdaderamente romántico del amor, esa palabra mágica que todos pronunciamos sin saber muy bien  lo que significa. Abriremos fuego con las siguientes coplas:

Yo no quiero un corazón
de papel de celofán;
quiero el beso de tu boca
que tú no me quieres dar.
 
 
En la vida y en la muerte
sin dinero no te mueves
toma un cheque de mentiras
a ver si tú te lo crees.

6 de febrero de 2015

Coplas

Por lo general, la poesía da susto, tanto leerla como componerla. Parece que es un género reservado a a los espíritus más exquisitos, elegidos por el tocar de los dioses. Hay un momento difícil en la vida de un profesor de Literatura: cuando se enfrenta a su clase e intenta transmitir mínimamente la emoción que un determinado poema le inspira. En esos momentos, se echa de menos una buena cámara que inmortalice a esas criaturas que observan al maestro como si un alien les hablara de mística...
Además, olvidamos con frecuencia que la poesía fue antes que nada del pueblo; que se cantaba; que la gente sencilla expresaba a través de los versos sus pesares, sus picardías y sus glorias. Y también olvidamos que la literatura tiene una función lúdica que solo los muy remilgados desprecian.
Así que vamos a ello. Probemos con la copla, una composición que se nutre del ritmo más cercano a la "cantinela" del español y de la asonancia, la rima suave que huye con elegancia sencilla del ripio. 
"Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor" 
(Manuel Machado)

Aquí vale todo: riámonos de nosotros mismos o de otros pero con amabilidad; echémonos requiebros; intentemos recoger la sabiduría popular; o escojamos cualquier motivo que se nos pase por la cabeza. Lo importante es rebuscar palabras, jugar con ellas como si construyéramos un rompecabezas, transmitir algo y, por encima de todo, divertirse de otra manera. 
Qué bueno si esto sirve, además, para acercarse a la poesía con menos miedo.