El astuto Ulises se hizo atar al mástil mientras taponaba con cera los oídos del resto de la tripulación; así, sin riego de caer atrapado, pudo escuchar la perturbadora melodía. Una y otra vez gritaba que le desataran pero sus marineros, insensibles, se mantuvieron fieles a las órdenes dadas y el héroe salió airoso del peligro sin arriesgar su vida.
Orfeo, el segundo héroe, contraatacó en cambio con el poder de su propia música y, subiendo al puente cuando comenzaron los doloroso cantos, tocó con su cítara una música tan desgarradora que superó con creces a la de las Sirenas. De esta manera, Orfeo pudo pasar con sus compañeros, sanos y salvos, por aquel mar infestado de peligros.
Poca gente conoce que en este mismo viaje, un marinero cualquiera, -su nombre fue Butes-, se levantó inesperadamente de su banco, abandonó su remo y, atrapado por el dolor de aquellas mujeres, se dirigió a la popa del navío y, cuando nadie lo esperaba, se lanzó al mar. Se lanzó al mar.
Este tercer marinero al que casi nadie recuerda ha sido siempre mi héroe, porque no se tapa las orejas con cera, no se ata al mástil de su comodidad, no levanta un grito más alto que el de quienes sufren, no desoye la voz de la naturaleza y, abandonando una vida placentera, se lanza al proceloso mar desoyendo los sabios consejos de los que pasan por piadosos.
Por eso mis héroes son esta semana las mujeres y los hombres que trabajan en la Asociación MUSEKE (SONRISA), que mantienen con muchísimo esfuerzo un comedor en Nemba, al norte de Ruanda, donde comen de lunes a sábado doscientos cuarenta niñas y niños, que son doscientas cuarenta sonrisas y doscientas cuarenta ilusiones que se renuevan diariamente, porque -estoy seguro- algunos de ellos, después de esa comida, volverán a pensar que de mayores serán doctoras, o profesores, cocineros o ascensoristas del edificio más alto del mundo. Y tendrán hijos y un hogar para ellos.
El miércoles próximo, día 7 de febrero, en nuestra III Tarde Solidaria, los vamos a tener con nosotros a partir de las 17:00 horas, y nos contarán qué puñetas hacen en Ruanda y qué les movió a abandonar la comodidad de un barco seguro para lanzarse al mar cansado de tantos y tantos llantos que una sociedad de consumo se empeña en tapar. Esta es también la labor de un instituto: levantar las velas vergonzosas de la ignorancia y guardar silencio para escuchar otras voces.
Allí nos vemos, el siete a las cinco, dispuestos a escucharles, a asistir a juegos de magia y a disfrutar con nuestro coro. Y dispuestos también a merendar, que si hay que romper alguna hucha, pues se rompe... digo yo, que decía Séneca que el que puede socorrer a alguien y no lo hace, lo mata.
Y a las gentes de MUSEKE, gracias por ayudarnos a enseñar y a aprender al menos una tarde a la que hemos llamado Solidaria.
Germán Jiménez, colaborador del grupo Aequitas25
Bello mito para una tarde mágica de fusión de corazones: el austral africano y el andalusí. La causa lo merece. See you at Juande on Wednesday.
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