21 de diciembre de 2014

Lurdes Jareño: in memoriam.

       Aún conmocionados por la pérdida de nuestra compañera Victoria hace solo seis meses, el destino vuelve a   darnos un golpe terrible: Lurdes –así lo escribía ella- nos ha dejado también para siempre. Parece como si la vida quisiera mostrarnos con  despiadada contundencia que es  simplemente una exhalación;  eso significa precisamente  animus,  un soplo vital que en cualquier momento puede extinguirse. La muerte no entiende de calendarios ni de “fechas entrañables”; se presenta sin llamar y destruye y asola lo que encuentra a su paso. 
       Lurdes era especial; todos  lo sabemos. Aun sin conocerla demasiado, podíamos adivinar en ella unas infinitas ganas de vivir en un medio que a menudo ella consideraba hostil. Era trasgresora, idealista, soñadora y romántica. Sentía un cariño especial por sus alumnos, especialmente por los más pequeños y  ellos, a su manera,  también la querían.  Siempre recordaremos de Lurdes su originalidad, su aspecto  de profesora inglesa, más que de profesora de inglés, sus insólitas  y divertidas  intervenciones en los claustros,  su tremenda humanidad. Ha estado al lado siempre de los que más han sufrido en este desdichado 2014 y los ha arropado con su ternura  y su cariño.
      La muerte de otra compañera de forma tan rápida y fulminante, víctima también de una terrible enfermedad nos deja sin resuello. Estamos tan sobrecogidos que no somos capaces de asimilar  tan súbita pérdida.  Llevábamos tiempo sin  verla; parece que su  ánimo no estaba bien, como si presintiera  que algo grave iba a ocurrirle; pero a nadie, ni siquiera  a ella misma,  se le pasaba por la mente  este fatal desenlace.  En dos semanas se nos ha ido. No quiso que nadie supiera lo que estaba sufriendo; no quería extender su dolor a los demás. No permitió que nadie, salvo sus más íntimos, la viera cómo se iba apagando. Quiso que la recordáramos feliz, sonriente, llena de vida y  llena de amor; ese amor que ella derrochó y que no siempre encontró asilo. Y así la vamos a recordar.
    
      Hasta siempre, querida Lurdes.

      Hipólito, en nombre todos sus compañeros.

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