26 de abril de 2020

Pequeños cuentos misóginos

PEQUEÑOS CUENTOS MISÓGINOS, DE PATRICIA HIGHSMITH

           
Bailaban maravillosamente juntos, evolucionando de un lado a otro de la pista a los eróticos ritmos del tango, a veces del vals. Este es el comienzo de uno de los Pequeños cuentos misóginos de Patricia Highsmith (1921-1995), La bailarina. La autora comienza todos sus relatos describiendo la idealizada relación entre una pareja heterosexual. En este caso la pareja baila con profesionalidad  e, intuimos, también, con complicidad. La protagonista del relato es una mujer y, como descubrimos al final, también Clauddette es el motivo de la violencia pasional que comete Rodolphe hacia su novia, provocado por los celos.
            En otro de sus relatos, La coqueta, esta es Yvonne, quien gusta del trato cercano entre ella y aquel hombre por quien siente atracción. Ella actúa libremente cuando se acerca a un hombre, tanto como cuando decide distanciarse de él al no encontrar lo que necesita. Sin embargo, no todos saben aceptar las negativas y (en el relato) hay quien lo achaca al exceso de feminidad porque “no están acostumbrados a la verdad y esperan falsedades de una mujer bonita”. El personaje masculino decide anular así, para siempre, a la persona  origen de esta frustración.
            Como observamos, sus relatos siempre parten de entornos domésticos afables que se van transformando en entornos claustrofóbicos e irracionales, como en La enferma, en el que Philippe sufre durante once años la fingida enfermedad de su abnegada esposa, quien tenía el objetivo de “así pescar a su hombre para siempre”.
            La base de estos cuentos misóginos la encontramos en la ya caduca visión de la mujer como un ser celoso, manipulador y retorcido, capaz de cualquier cosa por conseguir su fin. Esto amén de  la transmisión de la imagen de la mujer como ñoña, sensiblona, dulce, cotorra, estrecha, obsesionada con la belleza…, todas estas imágenes negativas de la mujer.
            Patricia Highsmith, como buena conocedora de su propio sexo, saca a la palestra la diversidad de tipos femeninos, pues no dudamos de que hayan existido y existan hoy mujeres así, pero ni más ni menos que como ejemplo de la diversidad de tipos psicológicos, como la hay también entre los hombres. El atrevimiento de la Highsmith es irónico, pues ella, mujer y feminista, escribe una colección de relatos a los que describe como misóginos en un intento de llamar la atención. ¿Acaso alguien que no conociera la trayectoria de la escritora americana no quedaría impactado/-a al intuir (erróneamente) una nula empatía femenina? Cada relato deja un regusto de rabia en el intelecto del lector que anima a seguir leyendo. Es entonces cuando entendemos que la autora de estos cuentos quiso quizá también llamar la atención de cuantas vivieron así, enclaustradas en el diseño artificial de un perfil y una vida. Ella pone palabras al grito sordo de quienes ya no pueden defenderse, pero pone palabras de aliento también para quienes  aún están en disposición de elegir el diseño de su propia vida.
Reseña realizada por Elena Bonilla Silva, miembro del equipo de Lectura y Biblioteca



No hay comentarios:

Publicar un comentario