28 de junio de 2019

1959





1959

En 1959,  España todavía era  un país en blanco y negro. Las consecuencias de la guerra aún coleaban y la gente  vivía con resignada esperanza. Los niños y niñas que nacieron entonces no vivieron directamente aquella posguerra de privaciones, pero sus padres, que sí la vivieron, les inculcaron el espíritu de superación y de lucha ante la adversidad que  aprendieron en aquellos  años  tan duros. Estos niños y niñas han  pasado  del teléfono con centralita al móvil 5G, del parte de  Radio Nacional al televisor plano de LED, del 600 al coche eléctrico, de la Olivetti al portátil y las tablets, de la Gran Enciclopedia Salvat a la Wikipedia y de un sistema educativo sin pretensiones pero eficaz a un absurdo ejercicio burocrático de la enseñanza. Pocas generaciones  en la Historia han tenido que aprender tanto en tan poco tiempo y han tenido que adaptarse necesariamente a los  vertiginosos cambios de su época si no querían perder el tren del progreso.
 Concha y Germán nacieron  aquel año. Creo que yo también nací en aquel mes de julio. Y lo creo porque comparto con ellos un modo de estar en el mundo que  es nuestro uniforme,  un universo común que  nos hace cómplices, como si fuéramos hermanos que hubieran vivido bajo el mismo techo. Esta  complicidad está por encima de nuestras diferencias, que son muchas: Germán es una explosión de genialidad; Concha es la integridad personificada y yo miro la vida con irritante escepticismo. Solo el “espíritu del 59” nos cohesiona; solo aquella flemática forma de vivir que vimos en nuestros admirados padres nos convierte en algo más que compañeros y en algo más que amigos. A los tres nos gustaría un mundo diferente, más justo y solidario, y los tres  luchamos, a nuestra manera y en distinto grado,  por cambiar las cosas: Concha,  con su fe inquebrantable en el ser humano; Germán,  con sus acrobáticos e intermitentes exabruptos participativos, ya sea en partidos testimoniales o en iniciativas rocambolescas; y yo,  siempre indagando,  empujado por la fascinación que me produce nuestra propia existencia y la del universo mismo: ¿cómo es posible que existamos y que, además, seamos conscientes de ello?
Concha, Germán y yo nos vamos  de la enseñanza con cierto regusto amargo: la que hoy dejamos poco tiene que ver con la que conocimos hace más de treinta años, cuando lo verdaderamente importante era enseñar y no tanto educar, que de eso ya se encargaban las familias y  la propia sociedad.  A ellos les preocupa el devenir y el porvenir del sistema educativo; a mí, en cierto modo, también, pero acepto resignado que esta sociedad mercantilista y de consumo desbordado  acabará  fagocitando también la enseñanza, que se habrá convertido de facto  en un elemento más del engranaje comercial que domina el mundo.
A lo mejor no es tan malo que esto suceda y lo que pasa es que  nosotros ya hemos pasado y  somos también  pasado. Quizá sea mejor así. Renovarse o morir,  dice el refrán; pero nosotros, después de tantos años, y de haber cambiado nuestra piel tantas veces cual serpientes, estamos un poco cansados de tanta renovación y añoramos  aquella  época en la que las cosas se hacían con más calma  y se dejaban reposar, como el arroz, para que fueran  comestibles.
Sin embargo,  como herederos de ese espíritu luchador, seguiremos combatiendo la apatía y la mediocridad venideras con nuestras  propias armas: la integridad de Concha, la genialidad de Germán y mi mal disimulado escepticismo. Echaremos de menos a todos los compañeros que en el Juande han sido con admiración y respeto y, unos más que otros, ocuparán siempre un lugar en nuestro corazón.
Gracias, compañeros;  gracias,  Germán y Concha; y, sobre todo, gracias  a ti, Leonor.

Hipólito

4 comentarios:

  1. Ya dije una vez que los tres vais a dejar huérfano al Juande...
    Creo que, en 1959, se alinearon los astros para que tres niños tan distintos terminaran uniéndose para darle a esa malograda enseñanza la posibilidad de reinventarse. Los que nos quedamos somos conscientes de que va a ser muy difícil volver a encontrar un trío de ases tan especial como vosotros. Habéis dado tanto que ni el tiempo podrá borrar la huella del camino que habéis dejado.
    Un abrazo y hasta siempre.

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  2. Llegados de lejos confines cual Reyes Magos de Oriente llegasteis al Juan de Mairena portadores de valiosos presentes.Generosos de ORO, INCIENSO y MIRRA... habéis colmado con creces el espíritu de Juande al igual que nuestros corazones.Seguiremos humildemente vuestra estela y entre todos lograr algún día un mundo mejor.Con cariño y respeto,GRACIAS!

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  4. Tan sólo soy una madre más y, os quiero agradecer vuestra aportación, que aunque vosotros individualmente no la apreciéis con importancia, nuestra familia la ha valorado en toda plenitud, habéis aportado a mis hijos aquello que yo no puedo llegar, la asociación, la cordialidad, el aprecio a la comunidad, nunca he recibido un mal comentario o desaire, al contrario, ... ha sido «mamá, me han ayudado, de cada uno, Concha, Hipólito o Germán y, lo he conseguido», es muy importante los valores transmitidos y por eso os doy la Enhorabuena, no todo el mundo lo logra, así que por mi parte tenéis matrícula de honor.

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