30 de octubre de 2015

Quiero a Rosa



     Cada vez  que tengo que explicar el complemento directo de persona acudo a un  ejemplo recurrente: quiero a Rosa (con preposición a) y no pocas veces  los alumnos han contestado: “claro, es que  Rosa es muy buena”. No sé si Rosa es buena o no –no me gusta demasiado ese adjetivo para caracterizar a alguien- ; pero sí estoy  seguro de que es una persona sin aristas. Es amable, considerada, acogedora, servicial y noble. La he visto muchas veces contrariada, pero no enfadada; preocupada, pero no irritada; dolida tal vez, pero no atormentada. Rosa navega por ese torbellino de gritos y empujones que se produce entre clase y clase con la resignación y la paciencia del santo Job; varada junto a la puerta de cualquier  primero o segundo, abrazada a sus útiles como una colegiala, resiste estoicamente los embates del tsunami estudiantil hasta que alguien  viene a relevarla. Su etapa como orientadora le confirió ese matriarcado  in pectore  que dejará huérfanos a muchos  profesores  y alumnos. Rosa  ha pasado de capitán general a soldado raso sin ningún  aspaviento ni complejo y  ha cumplido religiosamente con sus obligaciones hasta hoy, su último día de clase, como si fuera el primero. Ella se irá, pero tardará en borrarse esa estela de humanidad, de afecto y de cariño que ha dejado en nuestro centro y que  será  muy difícil  de igualar.
                Un beso.
                Hipólito

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