Piensen en las palabras que designan las cosas más primarias, más
comunes a todos los seres humanos y que desde el principio de nuestra
vida nos rodean. Qué sé yo: agua, tierra, cielo, luna, sol. Todas ellas
difieren de unos idiomas a otros. “Luna”, por ejemplo, es parecida en
las lenguas que se derivan del latín (luna en italiano, lua en portugués, lune en francés), y estos términos difieren de los de origen germánico, que también se asemejan entre sí (moon en inglés, Mond en alemán). En islandés es tunglio, en eslovaco mesiac, en finlandés kuu, en húngaro Hold, en suajili mwezi y en turco, ay. Términos muy distintos para designar algo que para todos es igual, blanco, redondo, lejano: la luna.
Sin
embargo, hay dos palabras –no dejen de sorprenderse por lo evidente que
parece: como ha dicho en alguna ocasión el académico Ignacio Bosque, el estudio del lenguaje consiste en sorprenderse de lo cotidiano– hay dos palabras, pues, que son iguales o muy parecidas en todas las lenguas del mundo: 'mamá' y 'papá'. Leer más
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