30 de junio de 2020
La biblioteca espera
Todos los finales de curso imagino la soledad de la biblioteca durante el verano. Antes de cerrar quedan las persianas echadas (alguna que otra sigue rota, cómo no); los ordenadores apagados; los dichosos cajones aún llenos de chismes viejos que no ha dado tiempo a tirar. Y los libros. Casi los visualizo respirando de alivio ante la perspectiva de dos meses de silencio.
Este año, alguien, creo que Ana Beltrán, cerró la biblioteca el 13 de marzo. Y nadie ha vuelto a pisarla. La he recordado muchas veces. Me ha faltado como si fuera alguien de la familia a quien no pudiera abrazar. Y me parecía que ella (tiene género y casi humanidad) estaba triste. He echado de menos el olor a polvo que antes me irritaba; los jaleos de los expulsados que puertas afuera gritaban exultantes por su expulsión; los corrillos de los tafales; el niño tímido que venía con el carné arrugado a "alquilar" un libro; los grupos de empollonas con las cabezas hundidas en una mesa repleta de folios y móviles; la pelea con Abies, con CAUCE, con Biblioweb2. Y los libros. Los libros momificados que hace años nadie ni toca; los de lectura obligatoria que circulan cotizando en bolsa; los del armario abierto que no hay quien organice; los de Coeducación, colección tan amorosamente hecha; los cómics, a mis espaldas, pugnando por salir...
Este año los libros no anhelan el descanso, lo sé. Y dormitarán aletargados, entre el calor y el aburrimiento, a que volvamos a despertarlos. Pero nosotros también necesitamos que nos consuelen, nos diviertan, nos griten, nos emocionen.
Las bibliotecas no pueden perderse en estos tiempos, dominados por el miedo. Son uno de los pulmones del centro. Y parte de su corazón. No sé cómo volveremos, pero probablemente sea como siempre porque... (¿para qué decirlo, si lo sabemos?). Y yo abrazaré a esta biblioteca que es parte de mi. Probablemente no pueda besar y abrazar a mi equipo, al que tanto he echado de menos. Pero los libros son inmunes al COVID. Resulta increíble que teniendo alma, pulmones y corazón no cojan enfermedades. Bueno, rectifico: su única enfermedad es el abandono que les lleva a la muerte. No será así en el Juande.
Sus libros no van a morir.
Su biblioteca tampoco.
Feliz descanso.
Leonor, esta escritura no se entiende si no es desde el alma, el corazón. Qué bien elegidas y sentidas estas palabras. Son un deleite.
ResponderEliminarQuienes tenemos especialmente interiorizada la sensibilidad y sabemos agradecer hemos valorado en este tiempo más las cosas. A ese valor no escapa la biblioteca. Hoy valoro más su calidez, su paz, su significado, y el esmero que le han dedicado todos aquellos responsables y miembros de sus equipos todos estos años.
Nunca será tarde para reencontrarnos con ella pues tiene aún mucho que enseñarnos.
Hasta pronto.