Más de 1.200 profesores panameños promueven un nuevo sistema de 
lectura cuya pedagogía se basa en los relatos que redactan los propios 
estudiantes. Los docentes asisten al VI Congreso de la Lengua becados 
por el Ministerio de Educación.
Cuando empezó a leer ante la clase, la voz de José Vega era un 
susurro. Los 27 niños del salón se echaron hacia delante en sus 
pupitres, tratando de llegar antes al sonido de la voz infantil bajo el 
zumbido de los tres ventiladores del techo. José levantó la mirada del 
libro, tomó aire mientras apretaba con sus manos el tomo. Carraspeó y su
 voz se alzó sobre los cuchicheos de la clase, el zumbido del ventilador
 y el alboroto que venía del patio: “Ese día habían pensado ir mucho más
 lejos a buscar un huevo, cuando…”, y entonces el resto recobró su 
posición natural sin dejar de seguir el relato de su compañero de 10 
años.
Hace unos meses, capturar la atención de estos pequeños era 
impensable. A menos que fuera con Stevenson o Verne. Ahora, las lecturas
 más apetecidas son esas, las de los propios compañeros de clase, o las 
de otros chicos, de otra escuela u otra ciudad. La vida hecha literatura
 por ellos mismos.  
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