Escribir correctamente es algo que todos deberíamos saber hacer. No se
trata –¡faltaría más!– de escribir bien, exigencias de ese tipo no son
presumibles en la totalidad de los mortales. Se trata solamente escribir con corrección.
Más aún en este mundo en que, cada vez más, hablamos poco y escribimos
mucho: Facebook y Twitter, los Whatsapp y los mensajes o los correos
electrónicos… Vamos dejando constancia de nuestras habilidades
redactoras por doquier, pero a veces éstas dejan mucho que desear. Lejos
de lo que se suele pensar, todas estas vías de comunicación no han
empeorado nuestro discurso, ni tampoco nuestra ortografía. De hecho,
–decepciónense aquellos escandalizados por los estragos de las nuevas
tecnologías– cosas como escribir “q” en lugar de “que” ya se hacían en la Edad Media,
como atestiguan numerosos textos conservados, y acaso con más motivo
que ahora: con lo caro que era el papel y lo costoso que era transcribir
a mano, no estaba el asunto como para andar regalando letras.
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