Una disparatada galería de personajes, retratados con maestría y grandes dosis de sentido del humor, se desenvuelven de manera estrafalaria y divertida en la isla griega de Corfú. En esta obra, Gerald Durrell logra el prodigio de reencarnarse en el naturalista de doce años que era entonces (1935), describiendo con humor tan chispeante como cáustico los disparates y las peripecias de la familia Durrell en la isla.
He aquí un fragmento de la obra donde el autor hace gala tanto del fino humor como de la innegable plasticidad del lenguaje que le caracterizan:
El verano tocaba a su fin y una vez
más, para mi deleite, me encontré sin preceptor. Mamá había descubierto que,
según su delicada expresión, Margo y Peter «se estaban tomando demasiado
cariño». Como la familia se oponía unánimemente al ingreso de Peter en su seno,
habría que hacer algo para evitarlo. La única aportación de Leslie a la
resolución del problema fue la de sugerir que le pegásemos un tiro a Peter,
propuesta que, por motivos que ignoro, no se tomó en serio. A mí me pareció una
idea espléndida, pero éramos minoría. La sugerencia de Larry de enviar a la
feliz pareja a vivir un mes en Atenas con el objeto, según explicó, de que se
desfogaran, fue vetada por Mamá por inmoral. Al final Mamá eximió a Peter de
sus servicios, él huyó presta y furtivamente y tuvimos que enfrentarnos a una Margo
trágica, llorosa y absolutamente indignada que, ataviada para la ocasión con
sus ropajes más vaporosos y melancólicos, interpretó su papel con maestría.
Mamá procuró consolarla con amables perogrulladas, Larry le dio conferencias
sobre el amor libre y Leslie, no se sabe por qué, decidió asumir el papel del
hermano ultrajado y aparecía de rato en rato blandiendo un revólver y
amenazando con acribillar a Peter como a un perro si volvía a poner los pies en
casa. En medio de todo esto, Margo, con el rostro convincentemente bañado en
lágrimas, se dedicó a hacer gestos trágicos y a repetir que habíamos destrozado
su vida. Spiro, que disfrutaba de un buen melodrama como el que más, se pasó
todo el tiempo llorando por solidaridad con ella y apostó a varios amigos suyos
por los muelles para asegurarse de que Peter no volviera a la isla. Todos nos
divertimos mucho.
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